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sábado, 20 de octubre de 2012

Kiss de fondo.

Puedo parecer una buena persona, pero borra ese prototipo de tu cabeza. Soy cruel, fría y calculadora.
Me gusta ver el sufrimiento en los ojos de los que me traicionan, no soporto el perdón porque no creo en él. Me consideran borde y yo lo acepto.
Pero hay que saber ser borde y no gilipollas. Hay que saber marcar tu territorio y no excluir a los demás de tu vida a patadas. No hay que ignorar a las personas que se preocupan por ti.
Soy borde en el término de que soy arisca, no me gustan las muestras de cariño y hablo un poco cortante cuando la gente me busca para darme “amor”.
Cuando alguien traiciona mi confianza, que se prepare. Es la cosa que menos soporto, que más coraje me da.
Lo odio.
Me vuelvo calculadora, intento planear el momento de su caída. Fría, lo hago sin sentir remordimientos. Cruel, lo llevo hasta límites insospechados.
Por eso la gente se guarda de hacerme tal cosa, tengo pocos amigos por lo mismo. Pero lo prefiero así, porque esos amigos son los más verdaderos.
Los que se arriesgan a ser puteados, porque quieren estar a mi lado. Esos son amigos.
Los que están ahí para lo bueno y para lo malo. Los que no tienen miedo de las consecuencias de una amistad verdadera. Esta soy yo y si no te gusto, mira para otro lado.
No me enorgullezco de mi carácter pero mi madre me hizo así. Eso es lo que tiene ser engendrada con Kiss de fondo.

viernes, 19 de octubre de 2012

En el fondo de una botella de Jack.

No sé por qué pero estas últimas noches me ha venido algo así como inspiración. Pero todas esas noches o era demasiado tarde o no tenía el ordenador a mano, por lo que esas ideas se quedaban vagando por mi mente hasta desaparecer del todo.

Supongo que mi mente está más activa debido a mis próximos exámenes de recuperación, no lo sé. Lo que sí sé es que no os he contado una parte de mi vida que es importante, ya que me ha hecho llegar a darme cuenta de lo malos que son algunos “vicios”.

Cuando mi madre empezó una relación con un hombre a una distancia bastante exagerada pues decidieron que nos teníamos que mudar. Imaginaos, nueva familia, nuevos amigos, nuevo instituto (Encima, franciscano. Y servidora es anticristo, mala mezcla).

La cosa es que cuando llegue allí lo primero que hice fueron “malas compañías”, no eran del todo malas. Solo que fueron las que me empezaron a inducir a la bebida. La primera semana ya hablaban todos de la borrachera que se había cogido la nueva. Yo, que nunca había sido el centro de atención me sentí bien. Total, que empecé a beber más.

Todas las semanas agarraba un pedo enorme, iba a mi casa a menudo acompañada de algún chico, aguantaba la cara de mala hostia de mi madre y su sermón y me iba a la cama con un “-Mañana hablaremos tu y yo”. Luego, vomitaba. Esto solo pasó algunas veces, al menos que yo recuerde.

Vale, supongo que más o menos os imaginaréis como me iba en el colegio. Yo, que siempre había sido una alumna de 9 y 10, me convertí en una alumna de 3 y 4. Mi madre estaba amargada conmigo, yo en ese momento la tenía como una pesada que no me dejaba divertirme, ahora entiendo que lo hacía por mi bien. Solo que esta manera de pensar ha llegado casi 4 años tarde. 4 años de borracheras continuas.

No os penséis que no me castigaban. Me dejaban semanas sin salir, claro está que yo me iba por las tardes con mi novio aprovechando que ellos no estaban en casa sino trabajando.

Os hablaré un poco de mi ex, Alex. Él era el típico chico gracioso y rebelde que hacía que yo me enchochara cada día más. Era el mejor amigo del novio de mi mejor amiga. Un poco lioso, lo sé. El caso es que estábamos siempre los cuatro juntos.

Ya fuera en el piso de uno tomándonos un litro, como fumándonos un porro en el callejón de los arrayanes. María, así se llamaba la que por aquel entonces era mi mejor amiga me dio a probar marihuana una vez, de ahí empecé a fumarme un verde casi todos los días, ya fuera maria, chocolate o polen.

Alex, como descubrí un poco más tarde de estar saliendo con él, era camello. Por si alguien no lo sabe, un camello es el que vende la mercancía que le dan por un precio al consumidor, es como así decirlo la celestina entre el proveedor y el cliente.

Encima el tenía sus plantas, por lo que se sacaba un extra además de ponernos ciegos a los dos. Eso era mi día a día, salía por la tarde con Alex, nos bebíamos un litro, nos fumábamos un porro y luego nos liábamos un rato hasta que nos íbamos los dos a nuestra respectiva casa, el me acompañaba siempre, cosa que luego empecé a aborrecer.

Mi mente se nublaba, mis sentidos ya no eran los mismos que antes. Esto juntado al alcohol tenían mi cuerpo descontrolado. Ya no respondía a las pastillas para el dolor de cabeza. Mi estado de ánimo era diferente cada media hora o menos. Saltaba por todo, contestaba y no podía mantenerme serena mucho tiempo.

Mis relaciones comenzaron a cambiar, me juntaba con los amigos de Alex. Que al igual que nosotros también tenían el maldito vicio. Todos vivíamos para y por el cannabis. Hasta que empecé a abrir los ojos. Alex venía a mi casa siempre drogado.

Ya no eran solo porros, empezó a consumir cocaína, eme, crack, anfetaminas y algo que todavía dudo que hiciera, heroína.

Todo se juntaba en mi mente, se agolpaba y empezaba a sacarme de mis casillas. Cuando venía a mi casa me daba miedo cual sería su estado. Si tendría que ir arrastrándolo o estaría como una rosa. La mayoría de las veces era la primera opción.

Ya empezó a cansarme que viniera todos los días a por mí, me ponía nerviosa. Así que nuestra relación se fue enfriando. Tanto que un día dejo de hablarme y supe que no quería nada formal por María, que me lo dijo creyendo que me iba a enfadar.

No, al principio si me sentí bastante mal y mentiría si dijera que no lloré cada día pero para ser sincera, luego me dio exactamente igual al comprender que eso era lo mejor para mí.

Lo que si me sigue carcomiendo es el “No quiero nada formal” después de haber estado juntos 6 meses. Total, que empecé a mejorar conforme iba pasando el tiempo. Conseguí aprobarlo casi todo y aunque todavía me dolía ver a Álex, conseguí superarlo.

Mi vida empezó a relajarse, aunque todavía seguía consumiendo no era tan a menudo como antes. La bebida seguía básicamente igual pero luego comencé a ser más precavida.

Cuatro años, se dicen rápido pero ha sido muy difícil. Ahora estoy completamente desintoxicada y llevo 9 meses sin fumar yerba. Bebo poco. Ahora me gusta tomarme una o dos copas con mis amigos e ir a mi casa a dormir la mona.

Casi siempre me voy de cervezas con mis amigos. He recuperado algunas amistades y he hecho unos muy buenos colegas, que comparten mis gustos. Ya no hablo con María ni con su novio.

Volví a salir hace unos meses con Alex, está desintoxicado completamente. Pero ha cambiado muchísimo, ahora es una persona cerrada y desconfiada por lo que esta vez, corté la relación por lo sano y ahora solo somos amigos.

La relación con mi madre no puede ser mas buena, el instituto ya no es tan horrible, solo me han quedado 2 en primero de bachiller.

He aceptado la mudanza y sigo hablando con mis amigos y voy a visitarlos a veces. El único vicio que me ha quedado es el tabaco, ya no fumo tanto como antes pero mis 3 cigarros al día no me los quita nadie.

Creo que ahora mismo, no cambiaría nada de mi vida. Bueno, solo la independencia. Que conseguiré el año que viene con suerte.

                           Gracias por haber leído las confidencias de una toxicómana recuperada.

Días de trastorno y libertad sin consumar.



He tenido días mejores, aunque los pueda contar con los dedos de la mano. Me siento madura, aunque la gente no llegue a darse cuenta de ello.

No soy una niña, aunque mis diecisiete años puedan decir lo contrario. Pero es solo un número ¿no? La madurez para mí, no va unida a la edad.

Y si no, mirad a vuestro alrededor. Todavía hay gente de 30 años que no ha recibido un palo en su vida y que creen que todo es de color de rosa. Que no sufren al ver el sufrimiento de los demás.

Al ser yo una niña, mis padres se iban a otro país y me dejaban sola con mi hermana. No se puede decir que haya tenido una infancia fácil como la mayoría de la gente. Ya era más responsable que los niños de mi edad, cuando ellos eran felices yo esperaba la llamada de un ser querido para sentirme igual.

Fueron pasando los años, no salía de casa. Esperaba esa llamada. Cuando volvían mis padres sentía algo así como rencor. Porque no me estaban dando el cariño que una niña necesita.

Luego me di cuenta de los problemas que desolaban a mi familia, mi madre era maltratada física y psicológicamente por mi padre y este, no llegaba a acordarse ni de mi cumpleaños. No sabía ni qué edad tenía, por lo que empecé a considerarlo como un extraño que solo hacía daño a mi alrededor.

Eso me hizo encerrarme en mi misma, crear un mundo solo para mí. Donde era feliz. Donde era yo misma.
Cuando mi mejor amigo murió tuve que volverme una adulta, tuve que empezar a pensar como una adulta para refugiarme del dolor. Y eso, me hizo madurar. Ver que cuando estás sola, cuando te deja la persona que más quieres la única que queda en ese mismo instante eres tú.

Cuando mis padres se divorciaron me quite un peso de encima, sentía que por fin podía ser yo, pero era la época de la adolescencia y yo, todavía no había vivido mi niñez.

Mientras que las otras chicas de mi edad pavoneaban sobre el idiota de turno, yo pasaba más tiempo pensando en mi futuro. En un futuro que nunca llegaba, en un futuro de libertad. De poder hacer lo que me apeteciera.

Y aún, a mi edad. A siete escasos meses de cumplir la mayoría de edad, me siento atrapada. Ahora, ahora me están tratando como una niña. Pero no señores, yo siempre he sido una adulta, juzgadme como tal.

Se cuidarme muy bien yo sola, no necesito a nadie a mi lado. Aunque me digan que siempre necesitas un apoyo. Yo me he criado sin él y puedo seguir haciéndolo.

Y esto me lleva a Roser, ella es una persona que me entiende perfectamente. Que ha madurado por los continuos cambios en su vida. Me siento agradecida por haberla conocido y espero que por muchos años mas sigamos siendo tan buenas amigas. La quiero, por ser como es.

Puede que muchos no nos crean objetivas, que piensen que estamos amargadas. Pero yo les respondo, ¿Alguna vez habéis perdido una parte de vuestra alma por el camino? No, seguro que no.

Habéis vivido entre algodones, aunque no lo creáis así. Decís que vuestros padres os amargan la vida porque no os dejan salir un sábado de fiesta. Yo digo ¡JÁ!

Cuando vuestros padres no estén ahí para vosotros os daréis cuenta de lo mucho que los necesitáis, de lo mucho que los echaréis de menos.

Servidora no los ha tenido a su lado y por eso no los necesita. No necesito fiestas, dinero, ropa, cosas bonitas. No necesito nada de eso. Porque nunca lo he tenido y nunca lo voy a echar de menos.

Solo tengo un vicio y es el tabaco ¿Y que? Me ayuda a superar mis nervios.

He tenido problemas con el alcohol y las drogas, sí. Y no me avergüenza decirlo. Caí, pero me levante. Y en solitario, como el juego.

He tenido que proporcionarme yo misma las cosas. Tampoco quiero decir que mi madre nunca se haya ocupado de mí. Es la mejor madre del mundo. No nos ha colmado de  todo el amor que hemos necesitado pero nos ha sacado adelante. Ha conseguido dejar una relación tortuosa y ahora es feliz al lado de un hombre, que aunque me cueste reconocer, la adora y se preocupa de ella.

Siempre ha mirado por nuestro bien, no nos ha malcriado y no nos ha dado las cosas masticadas. Hemos aprendido a valernos por nosotras mismas y se lo agradezco. Agradezco el esfuerzo que ha hecho por mí y mi hermana.

Pero necesito irme, necesito independencia. Necesito una pizca de libertad y salir de este agujero en el que he vivido toda mi vida. Necesito enseñar que puedo valerme por mi misma, necesito dar a conocer mi madurez ante el futuro.

Yo, necesito vivir.

Go Síoraí.

“No Tengas miedo”, le susurré, “somos como una sola persona”.

De pronto me abrumó la realidad de mis palabras.

Ese momento era tan perfecto, tan auténtico. No dejaba lugar a dudas.

Me rodeo con sus brazos, me estrecho contra él y hasta la última de mis terminaciones nerviosas cobró vida propia. ”PARA SIEMPRE”, concluyó.

Días Iluminados.

Hay días iluminados por pequeñas cosas, por nimiedades que te hacen increíblemente feliz: una sobremesa con risas, un juguete de la infancia que aparece en la estantería de un anticuario, una mano que aprieta la tuya, una llamada que no esperabas, unas palabras dulces, tu hijo que te abraza sin pedir otra cosa que un momento de amor… Hay días iluminados por pequeños momentos de gracia, un aroma que te alegra el alma, un rayo de sol que entra por la ventana, el ruido de un chaparrón cuando estás todavía en la cama, las aceras nevadas o la llegada de la primavera y sus primeros brotes. Hay días hechos de nimiedades, días de los que uno se acuerda mucho tiempo sin que pueda verdaderamente saber por qué.

Felicidad.

Felicidad: “emoción resultado de una actividad neural fluida en la que los factores internos y externos interactúan estimulando el sistema límbico.” Por muchas definiciones que busque, la felicidad no es lo mismo para mí que para otros. La felicidad es todo aquel sentimiento de positividad, energía. La felicidad es lo que tú creas día a día, y lo que al acostarte, guardas en un rincón de tu mente para que al día siguiente, al despertarte, sea como esa alarma que suena, y despiertes ya feliz. Felicidad es lo que tú creas día a día en mi vida. Por mucho que intente explicar qué es para mí la felicidad, no voy a poder describir el sentimiento que haces que tenga en mi interior. Hablar contigo, saber que si te necesito vas a estar ahí para tenderme la mano. Sentirme querida o apreciada por ti, me hace feliz. Adoro entablar conversaciones del tipo “romántico” contigo, y las que no son de tipo romántico también. Adoro todo lo relacionado contigo, porque te quiero. Sí lees bien, ¡te quiero! Has conseguido que la palabra felicidad tenga sentido en mí. No hay más que verme, con mis ojos brillantes, o mi sonrisa de oreja a oreja.
Eres un milagro para mí, contigo me siento tan feliz…

Dream.

Dale las gracias a tus sueños, a todos ellos. Aunque no se hayan cumplido todavía, aunque fueran cortos o se acabaran en la mejor parte. Gracias a tus sueños has podido vivirlo todo. Has sentido que nada es imposible. Has sonreído más y has hecho todo lo que nunca hiciste. Tus sueños te han hecho crecer. ¿Sabes una cosa? Los sueños nunca te van a abandonar. Porque si hay algo seguro, es que la gente nunca va a dejar de soñar.

Pisadas en corazones marchitos.

Una vida sin amor es incompleta, pues nadie es capaz de explicar lo que un simple sentimiento puede llegar a hacer en la vida de las personas. Nada se sabe del amor hasta que se ama. Querer es inevitable, te ayuda a crecer y ayuda a que otros crezcan. A veces las tristezas tienen que ver con las personas que se van y eso duele. En esos momentos juramos no volver a encariñarnos con nadie más y cuando conocemos a otros seres especiales olvidamos esa promesa que nunca llegaremos a cumplir. Y así es como vamos dejando huellas en el corazón de las personas y cómo éstas, a su vez, dejan huellas en el nuestro. Cuando alguien se va, lloramos porque el corazón nos pide a gritos esas lágrimas, esas pataletas, para aliviar un poco el dolor que estamos sintiendo. No obstante, cuando nosotros nos marchemos, en algún rincón del mundo, habrá alguien que llorará por el simple, pero a la vez complejo hecho de que ellos también nos quisieron. Aunque pase el tiempo los siglos son iguales. El ser humano es el mismo. Igual de incapaz, igual de idiota, igual de cruel e igual de ignorante.

¿Te gustaría olvidarte de todo?

Cuántas veces hemos deseado borrar un día, un instante, un momento, hasta un año de nuestras vidas, borrarlo todo y vaciar nuestra memoria. Cuántas veces deseamos volver a ser niños, vivir todo de nuevo, recuperar lo que se fue o dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Algunos simplemente no esperan nada del tiempo. Da lo mismo regresar o avanzar, simplemente renuncian a que el tiempo continúe su paso y se marchan con lágrimas y un largo adiós. Si deseáramos en algún momento perder completamente la memoria y apretar el botón “comenzar de nuevo”, ¿cuántas cosas nos perderíamos? Serían como aquellas cosas que se extravían accidentalmente en una mudanza y luego se extrañan. Perderíamos el calor del primer beso y la sensación de aquel amanecer que fue perfecto. La nostalgia por amores pasados y la inocencia con la que nos entregamos a lo desconocido, esa primera vez. Quedarían atrás los amigos que iban a ser eternos, las cartas que nos hicieron llorar, la primera o última vez que vimos a un gran amor, los brazos más cálidos, el día que pensamos que se iba a acabar el mundo, el dolor más bonito, la sonrisa más esperanzadora, el nacimiento del sentimiento más puro. ¿En realidad comenzamos una vida nueva o, por el contrario, matamos otra llena de bellos recuerdos? Dejamos una vida y un presente que nos da infinitas oportunidades, por soñar con un futuro perfecto que no existe o un pedazo de cielo donde no sabemos qué nos espera.
¿Vale realmente la pena perder la memoria?

Recuerdos que actúan como somníferos.

En ocasiones, cuando el aire falta, cuando sentimos descomponer nuestros sueños, llegan a nuestras vidas recuerdos de instantes pasados, instantes que nos llenaron de luz, de sonrisas, pero que hoy tristemente nos afligen, nos dejamos invadir de pequeñas nostalgias y nos damos cuenta que en ocasiones dejamos pasar la vida por complicaciones o simplemente por orgullos, olvidamos que lo que nos hace valiosos es que somos diferentes, que lo que nos hace fuertes es que no somos perfectos, que la importancia de la vida no se basa en lo que dure si no en la intensidad con que la vivamos puesto que de esta no nos quedaran los cartones, ni los premios recibidos solo nos quedara lo aprendido, los sentimientos, los instantes que marcaron nuestra existencia, esos pequeños momentos que hicieron de nuestro mundo un sol gigantesco.