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viernes, 19 de octubre de 2012

Días de trastorno y libertad sin consumar.



He tenido días mejores, aunque los pueda contar con los dedos de la mano. Me siento madura, aunque la gente no llegue a darse cuenta de ello.

No soy una niña, aunque mis diecisiete años puedan decir lo contrario. Pero es solo un número ¿no? La madurez para mí, no va unida a la edad.

Y si no, mirad a vuestro alrededor. Todavía hay gente de 30 años que no ha recibido un palo en su vida y que creen que todo es de color de rosa. Que no sufren al ver el sufrimiento de los demás.

Al ser yo una niña, mis padres se iban a otro país y me dejaban sola con mi hermana. No se puede decir que haya tenido una infancia fácil como la mayoría de la gente. Ya era más responsable que los niños de mi edad, cuando ellos eran felices yo esperaba la llamada de un ser querido para sentirme igual.

Fueron pasando los años, no salía de casa. Esperaba esa llamada. Cuando volvían mis padres sentía algo así como rencor. Porque no me estaban dando el cariño que una niña necesita.

Luego me di cuenta de los problemas que desolaban a mi familia, mi madre era maltratada física y psicológicamente por mi padre y este, no llegaba a acordarse ni de mi cumpleaños. No sabía ni qué edad tenía, por lo que empecé a considerarlo como un extraño que solo hacía daño a mi alrededor.

Eso me hizo encerrarme en mi misma, crear un mundo solo para mí. Donde era feliz. Donde era yo misma.
Cuando mi mejor amigo murió tuve que volverme una adulta, tuve que empezar a pensar como una adulta para refugiarme del dolor. Y eso, me hizo madurar. Ver que cuando estás sola, cuando te deja la persona que más quieres la única que queda en ese mismo instante eres tú.

Cuando mis padres se divorciaron me quite un peso de encima, sentía que por fin podía ser yo, pero era la época de la adolescencia y yo, todavía no había vivido mi niñez.

Mientras que las otras chicas de mi edad pavoneaban sobre el idiota de turno, yo pasaba más tiempo pensando en mi futuro. En un futuro que nunca llegaba, en un futuro de libertad. De poder hacer lo que me apeteciera.

Y aún, a mi edad. A siete escasos meses de cumplir la mayoría de edad, me siento atrapada. Ahora, ahora me están tratando como una niña. Pero no señores, yo siempre he sido una adulta, juzgadme como tal.

Se cuidarme muy bien yo sola, no necesito a nadie a mi lado. Aunque me digan que siempre necesitas un apoyo. Yo me he criado sin él y puedo seguir haciéndolo.

Y esto me lleva a Roser, ella es una persona que me entiende perfectamente. Que ha madurado por los continuos cambios en su vida. Me siento agradecida por haberla conocido y espero que por muchos años mas sigamos siendo tan buenas amigas. La quiero, por ser como es.

Puede que muchos no nos crean objetivas, que piensen que estamos amargadas. Pero yo les respondo, ¿Alguna vez habéis perdido una parte de vuestra alma por el camino? No, seguro que no.

Habéis vivido entre algodones, aunque no lo creáis así. Decís que vuestros padres os amargan la vida porque no os dejan salir un sábado de fiesta. Yo digo ¡JÁ!

Cuando vuestros padres no estén ahí para vosotros os daréis cuenta de lo mucho que los necesitáis, de lo mucho que los echaréis de menos.

Servidora no los ha tenido a su lado y por eso no los necesita. No necesito fiestas, dinero, ropa, cosas bonitas. No necesito nada de eso. Porque nunca lo he tenido y nunca lo voy a echar de menos.

Solo tengo un vicio y es el tabaco ¿Y que? Me ayuda a superar mis nervios.

He tenido problemas con el alcohol y las drogas, sí. Y no me avergüenza decirlo. Caí, pero me levante. Y en solitario, como el juego.

He tenido que proporcionarme yo misma las cosas. Tampoco quiero decir que mi madre nunca se haya ocupado de mí. Es la mejor madre del mundo. No nos ha colmado de  todo el amor que hemos necesitado pero nos ha sacado adelante. Ha conseguido dejar una relación tortuosa y ahora es feliz al lado de un hombre, que aunque me cueste reconocer, la adora y se preocupa de ella.

Siempre ha mirado por nuestro bien, no nos ha malcriado y no nos ha dado las cosas masticadas. Hemos aprendido a valernos por nosotras mismas y se lo agradezco. Agradezco el esfuerzo que ha hecho por mí y mi hermana.

Pero necesito irme, necesito independencia. Necesito una pizca de libertad y salir de este agujero en el que he vivido toda mi vida. Necesito enseñar que puedo valerme por mi misma, necesito dar a conocer mi madurez ante el futuro.

Yo, necesito vivir.

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