No sé por qué pero estas últimas noches me ha venido algo así como inspiración. Pero todas esas noches o era demasiado tarde o no tenía el ordenador a mano, por lo que esas ideas se quedaban vagando por mi mente hasta desaparecer del todo.
Supongo que mi mente está más activa debido a mis próximos exámenes de recuperación, no lo sé. Lo que sí sé es que no os he contado una parte de mi vida que es importante, ya que me ha hecho llegar a darme cuenta de lo malos que son algunos “vicios”.
Cuando mi madre empezó una relación con un hombre a una distancia bastante exagerada pues decidieron que nos teníamos que mudar. Imaginaos, nueva familia, nuevos amigos, nuevo instituto (Encima, franciscano. Y servidora es anticristo, mala mezcla).
La cosa es que cuando llegue allí lo primero que hice fueron “malas compañías”, no eran del todo malas. Solo que fueron las que me empezaron a inducir a la bebida. La primera semana ya hablaban todos de la borrachera que se había cogido la nueva.
Yo, que nunca había sido el centro de atención me sentí bien. Total, que empecé a beber más.
Todas las semanas agarraba un pedo enorme, iba a mi casa a menudo acompañada de algún chico, aguantaba la cara de mala hostia de mi madre y su sermón y me iba a la cama con un “-Mañana hablaremos tu y yo”. Luego, vomitaba. Esto solo pasó algunas veces, al menos que yo recuerde.
Vale, supongo que más o menos os imaginaréis como me iba en el colegio. Yo, que siempre había sido una alumna de 9 y 10, me convertí en una alumna de 3 y 4.
Mi madre estaba amargada conmigo, yo en ese momento la tenía como una pesada que no me dejaba divertirme, ahora entiendo que lo hacía por mi bien. Solo que esta manera de pensar ha llegado casi 4 años tarde.
4 años de borracheras continuas.
No os penséis que no me castigaban. Me dejaban semanas sin salir, claro está que yo me iba por las tardes con mi novio aprovechando que ellos no estaban en casa sino trabajando.
Os hablaré un poco de mi ex, Alex. Él era el típico chico gracioso y rebelde que hacía que yo me enchochara cada día más. Era el mejor amigo del novio de mi mejor amiga. Un poco lioso, lo sé. El caso es que estábamos siempre los cuatro juntos.
Ya fuera en el piso de uno tomándonos un litro, como fumándonos un porro en el callejón de los arrayanes.
María, así se llamaba la que por aquel entonces era mi mejor amiga me dio a probar marihuana una vez, de ahí empecé a fumarme un verde casi todos los días, ya fuera maria, chocolate o polen.
Alex, como descubrí un poco más tarde de estar saliendo con él, era camello. Por si alguien no lo sabe, un camello es el que vende la mercancía que le dan por un precio al consumidor, es como así decirlo la celestina entre el proveedor y el cliente.
Encima el tenía sus plantas, por lo que se sacaba un extra además de ponernos ciegos a los dos. Eso era mi día a día, salía por la tarde con Alex, nos bebíamos un litro, nos fumábamos un porro y luego nos liábamos un rato hasta que nos íbamos los dos a nuestra respectiva casa, el me acompañaba siempre, cosa que luego empecé a aborrecer.
Mi mente se nublaba, mis sentidos ya no eran los mismos que antes. Esto juntado al alcohol tenían mi cuerpo descontrolado. Ya no respondía a las pastillas para el dolor de cabeza. Mi estado de ánimo era diferente cada media hora o menos. Saltaba por todo, contestaba y no podía mantenerme serena mucho tiempo.
Mis relaciones comenzaron a cambiar, me juntaba con los amigos de Alex. Que al igual que nosotros también tenían el maldito vicio. Todos vivíamos para y por el cannabis.
Hasta que empecé a abrir los ojos. Alex venía a mi casa siempre drogado.
Ya no eran solo porros, empezó a consumir cocaína, eme, crack, anfetaminas y algo que todavía dudo que hiciera, heroína.
Todo se juntaba en mi mente, se agolpaba y empezaba a sacarme de mis casillas. Cuando venía a mi casa me daba miedo cual sería su estado. Si tendría que ir arrastrándolo o estaría como una rosa. La mayoría de las veces era la primera opción.
Ya empezó a cansarme que viniera todos los días a por mí, me ponía nerviosa. Así que nuestra relación se fue enfriando. Tanto que un día dejo de hablarme y supe que no quería nada formal por María, que me lo dijo creyendo que me iba a enfadar.
No, al principio si me sentí bastante mal y mentiría si dijera que no lloré cada día pero para ser sincera, luego me dio exactamente igual al comprender que eso era lo mejor para mí.
Lo que si me sigue carcomiendo es el “No quiero nada formal” después de haber estado juntos 6 meses.
Total, que empecé a mejorar conforme iba pasando el tiempo. Conseguí aprobarlo casi todo y aunque todavía me dolía ver a Álex, conseguí superarlo.
Mi vida empezó a relajarse, aunque todavía seguía consumiendo no era tan a menudo como antes. La bebida seguía básicamente igual pero luego comencé a ser más precavida.
Cuatro años, se dicen rápido pero ha sido muy difícil. Ahora estoy completamente desintoxicada y llevo 9 meses sin fumar yerba.
Bebo poco. Ahora me gusta tomarme una o dos copas con mis amigos e ir a mi casa a dormir la mona.
Casi siempre me voy de cervezas con mis amigos. He recuperado algunas amistades y he hecho unos muy buenos colegas, que comparten mis gustos. Ya no hablo con María ni con su novio.
Volví a salir hace unos meses con Alex, está desintoxicado completamente. Pero ha cambiado muchísimo, ahora es una persona cerrada y desconfiada por lo que esta vez, corté la relación por lo sano y ahora solo somos amigos.
La relación con mi madre no puede ser mas buena, el instituto ya no es tan horrible, solo me han quedado 2 en primero de bachiller.
He aceptado la mudanza y sigo hablando con mis amigos y voy a visitarlos a veces. El único vicio que me ha quedado es el tabaco, ya no fumo tanto como antes pero mis 3 cigarros al día no me los quita nadie.
Creo que ahora mismo, no cambiaría nada de mi vida. Bueno, solo la independencia. Que conseguiré el año que viene con suerte.
Gracias por haber leído las confidencias de una toxicómana recuperada.
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